Abrazando el Solsticio y la promesa de la primavera
En invierno la tierra se siente diferente. Los antiguos olivos permanecen firmes ante el frío, con sus troncos retorcidos y hojas plateadas que brillan bajo una luz suave y difusa. El aire es fresco, cargado con el aroma de tierra húmeda y humo de leña lejana, mientras que las cumbres de arriba suelen estar coronadas de niebla. Es un tiempo en que las montañas parecen recogerse hacia adentro, al igual que nosotros, conservando energía y preparándose para el estallido de vida que está por venir.
En los huertos de Son Moragues, la tierra trabaja en silencio. El invierno no es en realidad un tiempo de descanso, sino de preparación. Los cultivos de cobertura nutren la tierra, mientras las resistentes verduras de invierno prosperan con el cuidado que seguimos dándoles. Plantamos, podamos y planificamos, sabiendo que cada esfuerzo que invertimos ahora dará sus frutos, literal y figurativamente, cuando llegue la primavera. Los ritmos de la tierra nos enseñan que el crecimiento lleva tiempo.
En diciembre entramos en el Solsticio de Invierno justo antes de las Navidades y con él, los días comenzaron a ver más horas de luz, algo que progresivamente va en aumento y que nos acerca a la Primavera.
El solsticio es un recordatorio de los ciclos que nos conectan con el mundo natural. Las montañas, la tierra, el sol: todos están entrelazados con los ritmos de nuestro trabajo y nuestras vidas. Y a medida que los días se alargan y la luz regresa, también esperamos con ansias la renovación de la primavera. Hasta entonces, abrazamos la belleza del invierno, su sabiduría silenciosa y su suave empuje para prepararnos para todo lo que está por venir.